Antecedentes

Nuestra propuesta parte de los resultados del proyecto PAPIIT IN306411 2011-2013, que partió del análisis de la formulación teórica que desarrolla Bolívar Echeverría, sobre todo de su crítica a la modernidad «realmente existente», en cuanto a lo que la realidad latinoamericana tiene de contrapunto en su obra crítica de la modernidad capitalista. Entendemos a la modernidad como «el carácter peculiar de una forma histórica de totalización civilizatoria de la vida humana» cuya forma hegemónica ocurre y se sostiene en una «relación peligrosa» con el capitalismo, que es una forma o modo de producción-reproducción de la vida económica del ser humano».

Siendo una manera histórica de organizar la producción, reproducción, consume, y contenido de la “riqueza social”, el capitalismo se encuentra sin embargo en condiciones de «imponerle un sesgo especial a su trabajo de totalización [de la modernidad en tanto totalización civilizatoria]»; se trata de una parte del todo social, que no está al servicio de la reproducción cualitativa de ese todo, sino que lo totaliza, clausurando las potencias contenidas también históricamente en la modernidad, en beneficio de su propia figura (capitalista) aun poniendo en riesgo, como lo hace en la actualidad, su sentido civilizatorio.

Los resultados de esta indagatoria caminaron por senderos que afirmaron positivamente la pregunta de si es posible separar modernidad y capitalismo. Nos acercamos a una serie de resultados que ofrecen constelaciones respecto a los rasgos modernos que no han estado en condiciones de desarrollarse plenamente en la modernidad «realmente existente», como la “economía” como sustento del ser, y no como administración de la escasez; las formas no monetarias de intercambios y de reciprocidades que pueden reorganizarse en la modernidad actual; la relacionalidad cooperativa e interactuante con la naturaleza. Trascendimos las lecturas que ven a la modernidad capitalista como un proceso unívoco e inexorable. Sin embargo, queda la impronta por indagar de que forma el ethos histórico moderno, en particular el barroco, que es el único que preserva aunque sea en el plano del imaginario la pre-eminencia del valor de uso, la vida cualitativa, sobre el valor que se valorice, es decir, el ethos que decididamente apuesta por lo cualitativo de la vida frente a la reproducción abstracta del valor, puede dar pie a formas políticas que vayan fincando un ethos moderno anti o post-capitalista. Siguiendo la hipótesis de que por un lado, la idea de que fuera de la modernidad, toda forma civilizatoria resultaría insustancial, y por el otro, la de que el tiempo presente, en
el espacio compartido, ocurren prefiguraciones de una modernidad no capitalista, es que pretendemos indagar sobre las formas de “lo político”, como una dimensión mayor a lo que hoy denominamos la política.
En el anterior proyecto partimos de la necesidad de profundizar la propuesta filosófica
de Bolívar Echeverría, preguntándonos si eran posibles modernidades alternativas o eran necesarias alternativas a la modernidad. A partir del estudio de las formas sui géneris de comportamiento social (aquellas excéntricas a la forma social dominante) emprendimos
un análisis prefigurativo, concentrándonos en las producciones de sentidos comunes que establecían la marca de disidencia al orden de cosas dominantes. El eje de la discusión fueron las prácticas centradas en la reproducción del valor uso, como procesos que superaban, al menos momentáneamente, la valorización del valor y construían grietas dentro de la muralla capitalista. Esto nos llevó a cuestionar los fundamentos de la modernidad capitalista: su patriarcalismo; su reificación de la vida natural; la mercantilización incesante; sus mitografías (el progreso, el desarrollo infinito de las fuerzas productivas, el imperio de la razón); su religiosidad secular (el culto por las mercancías, la construcción de deidades deleznables); su ética, el llamado a un comportamiento particular para satisfacer las reproducción “auténtica” del capitalismo; su estética y la construcción de un mundo mediado por imágenes, como condición de la espectacularización del mundo de la vida.
Desde estos anclajes se pensó con mayor complejidad la idea del ethos histórico propuesta por Echeverría, como aquella condición histórica intenta afirmar la vida donde ésta parece constantemente negada. Esta deriva abrió la posibilidad para pensar de manera compleja la apuesta por la vida, más que como una mera voluntad, como un compromiso. Una apuesta que se posiciona a contrapelo de la historia del progreso, para poder reconocer las cicatrices y los pliegues de las disputas sociales por definir un tipo de humanidad distinta.
Esto nos obligó a pensar desde las prácticas y regresar a las teorías, para construir un camino analítico de doble vía: arraigado en experiencias empíricas concretas y en una criticidad teórica